25.6.06

Transpolar

Entre la noche menguante y la mañana creciente caducaron nuestros billetes de ida en el vuelo transpolar. En un fogonazo de oscuridad las hormigas me comieron el aire y en mi aire estaba el viaje.
Es una pena: no más trineos surcando lo blanco bajo un cielo rojo; no más mares esmeraldas donde los delfines son paréntesis aclarando la palabra sol; no más vinos en terrazas acariciadas por la brisa; no más China horizontal: todas esas estampillas que llevaba en la piel de viajera.
Se cansó supongo, antes de empezar, en hangares sacudió sus alas de grulla y se quedó con sus increíbles ojos veteados observando como me iba hacia la nada.
Estoy acomodando mi equipaje en un rincón (yo también me iré algún día): un traje de la suerte, un astrolabio que tenía por estrella sus labios, mis ojos de mirar la mañana, mis manos de abarcar sin apretar, un libro de librar, la rosa que le di los primeros días, seca ya, frágil como una mariposa volando entre las navajas del invierno, mi máquina de hacer fuego.
Camino, ahora sólo puedo caminar buscando los porqués bajo las piedras.
La nada no es nada: duele. De las bocas más hermosas vienen las palabras mas tristes y sus sinónimos: desierto, yermo, baldío, fin. Nada es igual a nada, nada se parece a Nada.
Ella sacó sus tetas al balcón y consiguió un ticket de cabotaje. No la culpo, no existen los vuelos transpolares para quien no puede creer.
Adiós luna desde el cielo, agua regia que corroía lo real.
Sigo

Poli Sáez

2 comentarios:

Liliana dijo...

Es muy triste, Poli. Es triste, pero allí hay poesía.
El vuelo transpolar no lo es todo. En cambio, el vuelo, sí lo es... a algún lado, solo o acompañado, pero volar hacia la alegría, hacia la vida misma, hacia la primavera, puede enjugar esa tristeza del viaje perdido.

Anónimo dijo...

Cierto...Triste... pero maravilloso