Beber... Vivir

No es por nada, pero quien nunca bebió vino, o bebe demasiado, tiene un eclipse en el corazón, un círculo cuadrado en la mente, una clave de sol sin amanecer, una noche de perros ladrándole a la tierra, una cruz de caminos sin salida, una promesa de amor por conocer, un reloj donde acumula tiempo perdido. Una valija de poemas sin decir.
No sabe que está soñando mientras recorre la cornisa.

No se lo tome a mal, pero quien nunca bebió vino, o bebe demasiado, tiene una carcajada sin estallar, una almohada sin secretos, una tormenta encerrada en el pecho, una guitarra durmiendo en el ropero, cien amigos desechados, tres besos al vacío, una estrella muriéndose de frío en cada mano. Se le vuelve oro la carne.
Vive en peligro de vida.

Se dice, y es cosa para creer que quién bebe vino siempre tiene algo que contar, mucho que cantar, todo que perder. Es un grito enamorado trepándose al muro, una conciencia de tener la vida en el hombro derecho y la muerte en los talones, una caricia de niño que duerme. No paga ni un centavo de más por estar presente en la función que vive.
Agradece los aplausos.

Quien bebe vino, es cosa segura que tiene un sendero de arena, una sombra de árbol en la que juega la luz, un plato colmado de esperanza, una lluvia en las chapas del desierto, más de mil amores al precio de uno. Una silla, una cama y una mesa donde reposar el alma y celebrar el cuerpo. Está donde debe estar cuando se va o se viene de viaje.
Anda con buen tiempo.

No es por nada, no se lo tome a mal, se dice, y es cosa de creer, que quien bebe vino está un poco más de este lado de la vida.

Poli Sáez