Cómo resistirse a poner palabras entre los cuerpos que celebran. No decir lo que te sube por la garganta y se enreda en los labios como una planta de sangre, como una venganza contra mil noches en desventaja.
Pero claro, junto a esa piel que debería reconocer, a esas manos que me buscan y me encuentran desde siempre, frente al horizonte de los signos: letra roja de la luna llena, una gota de nuestra nueva sangre; la estrella que desfonda el primer cielo de la noche y reclama tu propiedad; tu voz que ríe desde la adolescencia; tu olor llegando desde el centro de esta primavera en ciernes; mi aire poblado de vos.
Entonces, la botella de vino blanco esperándonos en el chorro de nieve líquida que baja por las venas de la cordillera; entonces, el mirarnos cuidadosamente junto al río, pregustándonos, previéndonos, presabiéndonos, presagiándonos; entonces tus ojos que me hablan de algo distinto que tu boca y mis oídos; entonces el pasado en mi mano sobre la tuya, en ese beso de uvas maduras, en ese mundo que cerraba una espera secreta.
Lo demás es la primer anécdota: los nervios, tu piel más llena de cielo que las montañas que nos inauguraron por la tarde, las flores que recogimos en la oscuridad de mi cama, tu pelo en mi almohada, la escritura de tus uñas en mi espalda, el grito de la vida cantando “nada es para siempre”; todo el vino mintiéndonos las cuatro verdades. Tu risa que quiero cuidar, tu locura que quiero, todo lo que queda por hacer, por gozar, por crecernos. Esos trabajos que preferimos. Una porción que sabe a todo, que vale todo lo demás. Que vale por todo lo que elegimos dejar hacia atrás y hacia delante. Este estar aquí adivinándote adivinándome desde allí, donde estás, aquí nomás.
Como decirte lo que no queremos hablar: luna, cielo, estrella, vino, risa, labios, piel. Como decirte que aunque no seamos mañana, nunca se irá, porque, vos sabés, nunca se fue.
En esta mañana en que camino más erguido y con los ojos en flor.
A dos días de la primavera.
Posted by Poli Sáez